jueves, 18 de octubre de 2012

El Orbe-Capítulo 1.

CAPÍTULO 1- WILHORN

Las campanas sonaban, con un llanto fúnebre de metal y óxido, en medio de la noche lluviosa. Una carreta avanzaba penosamente por las calles del pueblo, que estaban cubiertas de fango. Algunos curiosos estaban ya en las calles, preguntándose quién sería. Los llantos se perdían entre las notas de las campanas, que anunciaban un funeral inminente.

Wilhorn miraba por la ventana, con gesto inexpresivo. No sabía qué pensar. Si bien era obvio cuál era la causa de la muerte, los ancianos se lo acabarían recordando tarde o temprano. Las gotas de lluvia se agolpaban en el cristal, deformando el mundo de detrás de la ventana.

El sonido de la puerta al abrirse le trajo de vuelta al mundo.

-¿Quién es esta vez?-Preguntó, sin volverse.
-Gralamin. -Le contestó la voz de su hermana, enronquecida por el llanto. -Parece ser que los ancianos le habían pedido un equipamiento completo, pero la herrería estaba vacía. Como tampoco le quedaba material, bajó, y entonces...-El llanto ocupó el espacio que le correspondía a las palabras, rompiendo la suave voz de Victella. Wilhorn se levantó del tocón de madera pulido en el que estaba sentado, y se volvió. Las lágrimas corrían por las enrojecidas mejillas de su hermana.
-¿El viejo Gralamin bajó? ¿Por qué no llamó a un explorador? -Quiso saber el joven. Su hermana musitó un "no sé", y volvió a romper a llorar. Wilhorn abrazó a Victella, quien enterró su cabeza en el pecho de su hermano, sin parar de llorar. Un trueno resonó en la lejanía.

La muerte no les era desconocida a los habitantes del pueblo. La gente moría constantemente, en un flujo lento pero constante, de enfermedades, de heridas que se complicaban o de accidentes en el campo. Pero había unos pocos que tenían una muerte extraña, en las grutas. Bajaban, buscando algo en concreto, o simplemente, por labrarse un nombre. Los más afortunados volvían, con historias que nunca contarían, y tardaban unos días en recuperarse de las heridas o del impacto provocado por lo que hubieran visto abajo. Otros regresaban gravemente heridos, con miembros de menos, o heridas mortales. Pero otros no volvían, o  al menos, no vivos.

-Debería presentar mis respetos-Dijo Wilhorn, separándose de su hermana, quien asintió trémulamente y se separó de su hermano, aún con lágrimas brotando de sus encarnados ojos. El joven tomó su capa, se caló la capucha y salió a las calles. La lluvia caía fuertemente, y le empapó en los pocos minutos que tardó en llegar a la posada. Abrió la puerta, y vió al posadero y a unos pocos parroquianos, sentados alrededor de una mesa, al lado del fuego. El resto de la habitación estaba vacío. Algunos se volvieron, levantaron una jarra en su dirección a modo de saludo, y volvieron a encarar la mesa, sumidos en una conversación en voz baja. Wilhorn tomó una silla, y se sentó junto a ellos.

-Era un buen herrero, y mejor hombre.- Dijo, por todo saludo.
-Y valiente.- Añadió un parroquiano, alzando su jarra
-Y honorable.-Sumó otro, levantando la suya.
-Y bueno.
-Y leal.
-Y amigo de sus amigos.
-Y uno de los mejores clientes que he tenido jamás.-Cerró Berholl, el tabernero, concluyendo el brindis colectivo y bebiendo.- ¿Puedo servirte algo, chico?
-Cerveza, gracias.-Aunque Wilhorn había cumplido los dieciséis inviernos y era, a ojos de todos, un hombre completo, le seguían llamando chico. A él no le molestaba, y a los demás, les resultaba sencillo. ¿Por qué cambiarlo?
El tabernero se levantó, entró en la cocina y volvió con una jarra de madera a rebosar de espumosa cerveza. La plantó delante del joven, y le frenó cuando éste fue a echar mano de la bolsa del dinero.

-No, no pienso cobrarte por esto. Hoy, no. Nos viene bien beber a todos.
-Muchas gracias, Berholl. Eres buen hombre.
-No hay de qué, Wil.

Wilhorn tomó un largo sorbo de cerveza, y volvió a dejar la jarra en la mesa. Levantó la mirada, y vio como todos le miraban, esperando a que hiciera alguna pregunta. Wilhorn hacía muchas preguntas, pero no preguntas tontas, como las que haría un niño pequeño. Eran preguntas incómodas, que metían en compromiso a la gente. Daba la impresión de que el joven sabía muy bien lo que necesitaba saber, y la pregunta idónea para conseguir su información. No pudo hacer más que sonreir, y confirmar las sospechas de los parroquianos.

-¿Quién ha traído el cadáver de vuelta?

Obtuvo el silencio como única respuesta, mientras sus compañeros de mesa miraban hacia abajo, con aire pesumbroso. Wilhorn asintió, sombrío. A veces, cuando alguien moría en las grutas, no había nadie para llevar el cadáver de vuelta, y se consideraba muerto si no daba señales de vida en dos días. Entonces, una batida de exploradores bajaba, peinaba las grutas en busca de su cadáver y lo llevaban de vuelta a la superficie, donde se le enterraba, y se plantaba un árbol en su tumba, para que continuara la vida que le fue truncada al difunto.

-Por cierto, Wil...-Interrumpió Tharthena, la esposa del molinero, que también se hallaba en la mesa-...te buscaban los ancianos. Parece ser que es importante, así que no los hagas esperar mucho, ¿quieres?

Wilhorn apuró su jarra, la dejó en la mesa con un sonoro golpe, y se encaminó a la puerta de la posada.

-Parece ser que estás en un buen lío, chico.

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Bueno, y hasta aquí el primer capítulo. No tiene mucha carga argumental, simplemente quería introducir al personaje, y plantar las bases de la historia. Tenía pensado publicar el primer y el segundo capítulo juntos, pero este me ha salido más largo de lo que pensaba, así que prefiero dejarlo como está.

Espero que os haya gustado. Así que, dejadme abajo, en los comentarios, lo que os haya parecido, y vuestras deducciones.

Agur!



2 comentarios:

  1. A zap le gusta esto...así que ya sabes...a subir los demás capitulos rapido xD

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  2. A la mama tabien le gusta esta historia, y mucho. Así que ánimo.Me voy a suscribir pero YAAAAAAAÁAAA. Estoy superorgullosa.

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